Diana Santos Cid
Cuando comencé a confiar de verdad…
Deje a un lado los miedos, el miedo a la muerte, y el miedo a la Vida, deje atrás el miedo de perder algo, porque en verdad nada me pertenecía, solté los apegos mundanos, el aferramiento a las cosas materiales, situaciones o personas, deje de tenerle miedo a quedarme sin nada, porque al mundo sin nada había venido, y así también me marcharía. Aprendí a disfrutar de cada “cosa” de cada situación sin intentar retenerla a mi lado más que la Providencia decidiera conveniente, aprendí a vivir ese presente, sabiendo que todo es impermanente, y que todo tiene un principio y un final, mejor dicho, todo tiene su propio ciclo…y nada en verdad termina, porque después de un final, siempre hay un volver a comenzar. Y eso me hizo instalarme en la Confianza, sabiendo que la Vida es un fluir constante... una bella danza, lo que hoy es hermoso y fresco, mañana se seca y marchita…pero eso no tiene porque darnos ningún miedo…la naturaleza es así de cambiante y eternamente cíclica, Todo tiene un porque y un para qué.
creí ser, a la muerte del ego, deje de tener miedo a perder esa identidad con la que tantas veces me había identificado, miedo a dejar querer tener la razón, solté el aferramiento a las costumbres, hábitos, y opiniones, deje de intentar hacer algo por los demás, sabiendo con firmeza, que cada cual tiene su proceso perfecto, y su camino, poniendo mi confianza también en ellos, reconociéndolos como sabios y dioses encarnados al igual que yo. Y eso me dio Paz…porque supe que todo era perfecto, y no tenía que intentar “ayudar” cambiando a nadie ni a nada, y así pude amarlos tal y como eran…

sueños y futuros lejanos…y me instalé en el eterno Presente, sabiendo que todo lo que necesito realmente ya lo tengo, porque al igual que a los pájaros cada día le llega todo aquello que necesitan para vivir, a mi la vida también me cuida y abraza cada día…Y también eso…inevitablemente me lleno de Paz. Supe con firmeza que desde el no desear nada…todo llegaba a mí, desde la calma, la confianza y la quietud, desde el Ser…


Y entonces…deje de buscar y deje de querer encontrar algo, deje de seguir a nadie, ni a nada, sin dogmas, sin religiones, dejé de leer a otros….cerré los libros...y abrí mi corazón…para escuchar a mi interior, que era la Voz de Dios, que reside dentro de todos.
Ya nada era igual a lo que un día fue…ahora ya sólo me quedaba Vivir gozando de la Vida tal cual era, llena de entusiasmo, de dicha, sin deseos, sin miedos, sin pasado, sin futuro, sin muerte, sin fin…ceso todo y me dejé en manos del Padre Madre que todo lo sostiene en amor y compasión, me abandone, vencí al mundo y por fin aprendí, lo que Realmente era Vivir.
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