Algo de Sabiduria El Apego

EL APEGO

Una de las barreras más grandes en el proceso espiritual de la evolución interior es el Apego, porque nos mantiene aferrados a hechos, cosas, vidas, circunstancias... haciéndonos creer que todo es permanente...

El Apego

Pura ilusión. El hombre tiene la costumbre de convertir en permanente todo lo que no lo es. Debemos desarrollar la verdad de que todo es ilusorio, nada permanece y todo cambia a una velocidad increíble. Sirva como ejemplo que la persona que conocimos hoy ya no será la misma mañana; el libro que leímos hace un año, ahora se nos antoja diferente, etcétera. Todo cambia, nada permanece: esa es una gran verdad, y cuando la sentimos como algo propio, nos damos cuenta de que todo lo que ocurre a nuestro alrededor es ilusión, es la manifestación de unas fuerzas determinadas y desencadenadas por cambiantes situaciones, anteriores al momento presente; entonces aprendemos a dejar fluir las situaciones de la vida y así aprenderemos a saber esperar y a actuar en el momento preciso, y nunca bajo un sentimiento repentino, pues éste nos conducirá con toda seguridad a un equívoco.

Continua...


El Apego encadena nuestra alma y nos impide evolucionar al ritmo adecuado, provoca que creemos fuerzas egoístas y que nos sintamos poseedores de alguna verdad, con lo cual emitimos juicios, que siempre serán injustos, pues carecemos de la clarividencia necesaria para ver; si la poseyésemos seguro que no haríamos ningún juicio: esta es otra gran verdad. El juicio es siempre condenatorio. Sólo el ser que entiende la vida como un desfile de procesos evolutivos se abstendrá de emitir juicio alguno, porque él comprende desde el fondo de su ser que el Apego le transportará irremediablemente a otros defectos tales como: el egoísmo, el odio, el rencor, la envidia, el amor egoísta, los malos deseos ( así como desear que a uno le vayan bien las cosas, lo cual implica que a otros le vayan mal), deseos vanales (como desear que gane mi equipo favorito, que implica la infelicidad de otros seres), etcétera, etcétera, etcétera.

Debemos caminar por la vida totalmente conscientes de que todo lo que ocurre a nuestro alrededor sirve para avanzar en nuestra evolución, desde un punto de vista particular y también general, pero teniendo en cuenta que nuestras acciones, pensamientos y palabras has de desequilibrar nuestro entorno lo mínimamente posible y que han de  servir para elevar las vibraciones de nuestros semejantes. Aún así hemos de tener sumo cuidado de no alterar en gran medida la condición de quienes nos rodear. Se ha de aprender de todo, pero nunca a pesar de todo. Nos hemos de elevar, elevando. Se ha de ir por la vida recogiendo la esencia, sin alterar el entorno, porque el entorno cambiará cuando la mayoría de los seres lo deseen.

Pensad y luego actuad, porque toda acción debe ir precedida de un pensamiento adecuado. ¿Qué se entiende por pensamiento adecuado? Pues aquél que después de salir del intelecto para por el filtro del corazón, aquél que no altera sino que armoniza; ha de ser un pensamiento equilibrado, un pensamiento de amor, un pensamiento que busque el bien general; son pensamientos del corazón, en definitiva. El corazón debe regir siempre nuestros actos, pero sin forzar las situaciones ni los pensamientos ajenos. No debemos actuar con la intención de que lo que decimos y hacemos sea necesariamente bueno para los demás, porque aunque nuestros sentimientos sean honrados, hemos de tener en cuenta que siempre actuamos bajo nuestro prisma individual. A pesar de que uno haya experimentado algo como muy positivo y necesario, eso no quiere decir que deba imponerse a los demás. ¿Quién nos asegura que lo que vemos de malo en los demás no sea quizás una forma de actuar más evolucionada que la nuestra? ¡Cuán difícil puede resultar!, ¿verdad? Sin embargo, igualmente debemos ejercitarnos en el recto pensar, como si fuésemos atletas. Solamente con
el adiestramiento de la mente, manteniéndonos siempre alerta, como si de vigilantes se tratase, adquiriremos este hábito, que llegará a formar parte de nuestro ser. Entonces aquello que era, será.

Nuestra mente debe llegar a comprender que se debe en su totalidad a nuestro Yo Superior y no a cualquier sentimiento que se le ocurriese pasar por allí. Debemos ser guardianes de nuestros vehículos inferiores como: el cuerpo mental, el cuerpo emocional y el cuerpo físico; así estarán regidos por la esencia del SER, y éste es siempre perfecto.

Nuestro corazón debe abrirse a nuestro Yo Superior, entonces nuestros actos y pensamientos serán de orden superior y una bendición para aquéllos que nos rodean. Entonces seremos auténticos hijos de Dios.

Debemos recordar que todo lo que sale del intelecto y se filtra por el corazón da como resultado la armonía, que sólo puede traer la Paz. Y la Paz traerá entendimiento. El entendimiento traerá comprensión. Y la comprensión solamente puede traer Amor altruista.

Tampoco debemos olvidar que todos nuestros pensamientos pasan a ser creaciones, y éstas permanecen hasta que encuentran salida, de lo cual se deduce que, aunque pensemos y no actuemos, el pensamiento sigue su curso y tarde o temprano recae sobre su creador con todas las consecuencias que de él se deriven.

Cada paso de nuestra vida, cada palabra, cada acción es la manifestación de un grandioso poder, saber utilizarlo de forma consecuente y con total sabiduría forma parte de nuestra meta final. Amar, saber amar, es una de las tareas más difíciles y, tal vez, la más agradable de realizar. Buscar un sentido a la vida es quizás uno de los enigmas más profundos de nuestra alma. Pero... al mismo tiempo todo es tan sencillo...

Buscad todas las respuestas en la sencillez de las cosas, pues será y debe ser la llave que abrirá muchas puertas. La sencillez deberá aparecer ante nuestros ojos así como la comprensión de que nada ni nadie es inferior o superior a nosotros, somos una creación de los Divino y, por lo tanto, en esencia somos perfectos.

Debemos comprender que todo lo existente, lo visto y lo no visto por nuestros sentidos, está íntimamente ligado, mejor dicho: interpenetrado. Es necesario que entendamos que todo posee Alma, incluidos los planetas. Nuestra queridísima Tierra sufre con nuestra ignorancia, sufre con nuestra incomprensión, se pregunta porqué queremos cambiar las cosas y, además, a cambio de qué.

Desarmonizamos con nuestro racionalismo, ciego por cierto. Creer sólo en lo mesurable demuestra que se es corto de miras, sino a las pruebas me remito: observemos retrospectivamente la historia y, quizás, comprendamos el sentido de estas palabras. Existen infinidad de colores, de formas, de sonidos, de seres que nuestros sentidos normales no pueden visualizar. Entonces solamente nos cabe esperar o cambiar.

Esta es la propuesta: observemos el mundo con la mente sencilla y simple, intentemos comprender y no cambiar, hagamos las cosas con visión de futuro y con la mínima agresión posible hacia nuestro entorno, si debemos quitar en un lado, hemos de reponer en otro lugar. Así es la ley. De esta forma nunca estaremos en deuda y los seres que nos rodean serán felices y nos ayudarán en nuestro quehacer. Entonces empezaremos a estar en armonía con nuestro entorno, entonces seremos creadores de vida, seremos Paz, seremos Amor, seremos auténticos hijos del Universo. Tenemos la capacidad de pensar, de analizar, de estudiar y de hacer, todo es correcto; pero lo auténticamente correcto es que todo eso pase por el filtro del corazón, entonces nuestras obras serán divinas, pues estarán realizadas por la esencia, la energía que todo lo inunda: El Amor.

Tomar una taza de café puede tener toda la fuerza del Universo, si somos capaces de entender todo el proceso de este hecho, saborearlo pensando en el reino terrenal y el vegetal es ser agradecidos, pues ellos nos dan generosamente y sólo nos piden a cambio respeto y comprensión por el esfuerzo que han tenido que realizar para ser útiles a los demás seres.

Aquí es donde se encierra un gran conocimiento, aquí se puede llegar a comprender que formamos parte de un Todo y que todo se halla íntimamente relacionado. Vayamos, pues, por la Vida con gratitud y, entonces, seremos felices.

Enric Corbera.

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